Namasté

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Namasté , "La luz de Dios en nosotros, celebra su presencia eternamente en nuestros corazones"

viernes, 17 de octubre de 2014





¿CONTROLAS TU MENTE O ELLA TE CONTROLA A TI?



Entrevista a Enrique Simó.

¿Alguna vez has sentido la necesidad de “apagar” el constante flujo de pensamientos que tienes?
¿Eres consciente del impacto que tiene tu forma de pensar sobre tu manera de ser?
El funcionamiento de la mente sigue siendo una incógnita para la mayoría de seres humanos, al igual que su potencial. Y es que la mente puede condicionarnos o liberarnos.

¿Cómo funciona el pensamiento?
La base de nuestras palabras, actitudes y acciones está en el pensamiento. Y como una semilla, cada uno produce su propia flor y da su propio fruto. Los pensamientos pueden ser constructivos o destructivos. Con el pensamiento generas una serie de emociones que fisiológicamente crean una experiencia en tu interior. Por lo tanto, aquello que pensamos y, cómo pensamos, determina aquello que vivimos. De ahí que la pregunta clave sea: ¿controlas tu mente o tu mente te controla a ti?

Ponme un ejemplo…
Imagina a una persona que no está a gusto en su entorno de trabajo. No disfruta con lo que hace y siente la necesidad de dar un giro a su orientación profesional. Puede enfocar su situación de dos maneras muy distintas. Si piensa constantemente en lo mucho que le infravaloran, critica a sus compañeros de trabajo y a su jefe, cada día se va desmotivando más y sintiéndose peor en su lugar de trabajo. Le cambia el humor y se desentiende de todo y todos, hasta que finalmente, por extenuación, dimite. Eso sí, sigue pensando que la empresa es responsable de su situación y su malestar.

¿De qué otra manera podría enfocarlo?
Puede pensar que ese lugar de trabajo no le aporta suficiente, pero valora todo lo que ha aprendido en el tiempo que lleva allí. En vez de martirizarse con críticas inútiles, se dedica a pensar en qué opciones tiene para cambiar de entorno laboral y qué puede hacer para cambiar su orientación profesional, buscando otras ofertas o formación. Finalmente, dimite y continúa creciendo en otro lugar. En su experiencia no cabe el rencor o el malestar, pues la decisión de entrar en esa empresa y salir de ella ha sido suya. Este ejemplo es extrapolable a todos los ámbitos de nuestra vida.

¿Por qué tendemos a pensar en negativo?
Por nuestra estructura mental, nuestras creencias y la escala de valores. Caer y regodearse en lo negativo es más fácil. Es un acto inconsciente y no requiere esfuerzo. Hemos creado una forma de vida que prioriza la evasión y el beneficio material ante todo. Tal como dijo Ghandi, “es más fácil responder a la violencia con más violencia; lo que es verdaderamente difícil es responder a la violencia manteniendo la calma”. Pero potenciar lo positivo, aunque puede que al principio cueste más, es más beneficioso para nuestra salud emocional.

¿Se pueden cambiar esos pensamientos negativos?
Sin duda alguna, pero hay que potenciar la “gimnasia mental”, tener voluntad y determinación. Hemos mecanizado tanto nuestras respuestas que apenas dejamos espacio entre el estímulo y nuestra reacción. Por ejemplo, si vas en coche y otro conductor te corta el paso, generalmente sueltas algún improperio acompañado de un sonoro bocinazo. No te planteas que el otro conductor quizás no lo ha hecho adrede, simplemente se ha despistado, algo que mañana te puede suceder a ti. Por supuesto, crear este espacio de consciencia requiere compromiso y entrenamiento.

¿Cómo podemos cambiar nuestra manera de pensar?
Observando y trabajando nuestro interior. Es importante que nos dediquemos un rato cada día a nosotros mismos. Aprender a controlar la respiración es un buen comienzo, además de profundizar en las técnicas de relajación, la visualización y, sobretodo, la meditación.

¿Podrías proponernos un ejercicio práctico?
Un buen ejercicio es parar, conectarse con la respiración y observar con atención nuestros pensamientos, aceptándolos y dejando que poco a poco la mente se vaya serenando. De este modo iremos creando un espacio de silencio en nuestra mente. En este punto, podemos “jugar” a recordar un momento feliz de nuestra vida, visualizándolo como si lo estuviéramos viviendo de nuevo, y poco a poco recrearemos la experiencia que hemos vivido.

Así, aprender a controlar nuestros pensamientos puede cambiar nuestra manera de entender y vivir la vida.…
Por supuesto. En la medida que nos demos el espacio necesario entre el estímulo externo y nuestra reacción, y reprogramemos nuestra mente a través del pensamiento consciente, cambiaremos la percepción que tenemos de nuestro entorno. Conectándonos a nosotros mismos y al momento presente podremos ser más capaces de “plantar” semillas de pensamientos positivos a través de los que podremos convertirnos en co-creadores de nuestras experiencias y de nuestra realidad.

¿Y cómo podemos dirigir conscientemente los pensamientos?
Para poder cambiar los pensamientos primero hemos de ser conscientes de qué es lo que ocurre en nuestra mente. Para ello necesitamos centrarnos, ser conscientes de nosotros mismos y de lo que nos rodea, observar y decidir en qué dirección queremos dirigir los pensamientos. Los seres humanos no tenemos límites, sólo los que nos imponen nuestros propios pensamientos. Y mediante el entrenamiento adecuado, podemos utilizarlos y dirigirlos conscientemente, escogiendo qué y cómo queremos pensar. Así es como podemos conseguir la maestría en el arte de mantener la mente en equilibrio y lograr un bienestar verdadero y sostenible. La palabra clave en todo este proceso es “consciencia“.

Observar:

¿Qué pensamientos tienes cuando te despiertas?

¿Qué pensamientos son los que te roban tu energía?
¿Qué pensamientos te llenan de felicidad?



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