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jueves, 9 de febrero de 2017



                                                             DESDE LAS PLEYADES



«El niño ha de aprender que no puede tener todo lo que quiere»

Una psicóloga da las claves para ayudar a los menores a manejar su frustración
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Los niños que no toleran la frustración puede convertirse en adultos infelices e insatisfechos, con dificultades para manejar los inconvenientes de la vida, con problemas de agresividad, así como para respetar los límites. Y es que, explica desde el Colegio de Psicólogos, la profesional Eugenia Piñero, «intentando evitar a los niños el sufrimiento a toda costa, estamos evitando que se enfrenten a frustraciones cotidianas, que muy probablemente antes o después tendrán que afrontar. Tendemos a sobreprotegerlos y de esta forma estamos limitando su capacidad de aprender, de resolver problemas de forma autónoma e independiente y de enfrentarse a la realidad, retrasando lo inevitable, ya que es poco probable que nunca tengamos ningún problema en la vida».
«El niño ha de aprender que no puede tener todo lo que quiere», ha hecho hincapié en declaraciones a Ep. Como adultos, tendremos en cuenta la edad, ya que es normal que un menor de tres años responda con una rabieta ante una negativa, pero ante ellas, «debemos ayudarles a manejar su frustración y que sean capaces de expresarla en palabras, entendiendo que una rabieta no es la forma adecuada de conseguir lo que pretenden». De esta forma, aprenden de la herramienta fundamental del diálogo para resolver problemas.
Pero «si las rabietas no se corrigen pueden mantenerse en el tiempo y transformarse», es decir, «que en un niño de ocho años se traduce en que éste hablará mal y puede llegar a amenazar e insultar a los padres», ha advertido.
En caso de aumentar la exigencia, pueden convertirse en ser niños muy exigentes, que quieren las cosas ya, y que las piden de forma déspota. Pueden desarrollar también un exceso de apego a lo material, no valorando lo que tienen y con un pensamiento bastante rígido, no valorando otras opciones, además de poco tolerantes, ha añadido la psicóloga.
Con lo que el niño que no aprende a gestionar la frustración, podrá ser en el futuro un adulto con problemas de insatisfacción, «con problemas para respetar límites; además de personas infelices, frustradas, con dificultades para manejar los inconvenientes de la vida desde los más cotidianos a otros más complejos».
Para incidir en la idea de que no es bueno emocionalmente darles todo y a costa de lo que sea, «no hay que darles todo ni quitarles todos los problemas», los niños «no pueden vivir en una burbuja».

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