Namasté

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Namasté , "La luz de Dios en nosotros, celebra su presencia eternamente en nuestros corazones"

lunes, 22 de enero de 2018



                                                      DESDE LAS PLEYADES


El ser pleyadiano de 5.ª dimensión observó con ternura el cuerpo astral de su amada, ahora encarnada en la Tierra para cumplir la misión de ayudar a elevar las frecuencias. Y tras echar un vistazo a los gráficos que en ese momento se desplegaban en el monitor principal, le dijo mentalmente:
—Has de volver a la Tierra, tu cuerpo físico está a punto de despertar...
—Sí, lo percibo. ¿Tendré esta vez algún recuerdo de mi estancia en nuestra nave?
—En esta ocasión será conveniente para tu evolución en el plano terrestre que conserves algunas memorias de la nave y de nosotros, aunque quedarán demasiado distorsionadas como para que puedas estar segura de que esta experiencia ha sido real. No te impacientes, todo forma parte del plan que hiciste antes de nacer, como bien sabes.
—Es muy frustrante abrir los ojos en tercera dimensión y no recordar prácticamente nada. No saber quién soy realmente, no saber mi propósito; no ser consciente de mi esencia espiritual eterna, de que formo parte de la Conciencia Universal... Mientras estoy aquí, contigo, lo recuerdo casi todo, recuerdo el plan, sé que estás conmigo día y noche desde esta dimensión supervisando mi labor y ello me llena de alegría y confianza, pero si supieras lo que significa despertar cada mañana en la Tierra... Muchas veces, mientras reflexiono en mi cuerpo físico humano, me arrepiento de haber encarnado en ese planeta tan extraño, tan lleno de temor, de infelicidad, de desesperanza... Quizá lo peor de todo sea la terrible sensación de limitación: es como estar atrapada en una caja pequeña, muy pequeña, y no poder salir de ella.
—Sé lo difícil que puede llegar a resultar, pero recuerda que tu presencia ahí es temporal. Tú misma decidiste encarnar en un acto de amor. Decidiste experimentar el cambio de frecuencia del planeta y acompañarlo en su nacimiento a una nueva era. Tanto yo como el resto de componentes de tu familia pleyadiana te apoyamos en tu misión y allanamos tu camino en la medida en que se nos permite. También te rodean infinidad de seres pertenecientes al reino angélico que te ayudan a equilibrar tus emociones y a evolucionar espiritualmente a una velocidad mayor que la de la mayoría de los habitantes del planeta. Por lo tanto, nunca estás sola, aunque lo parezca.
—Lo sé... Sé que mi encarnación terrestre es en el fondo un regalo y que me proporcionará una sabiduría imposible de obtener en cualquier otro lugar del Universo. En fin, gracias a todos por estar a mi lado. Creo que se acerca el momento de regresar... Te amo. Hasta la próxima visita...
Súbitamente, el cuerpo astral femenino de la semilla estelar pleyadiana desapareció de la nave pentadimensional. Segundos después, la alarma de un primitivo reloj terrestre comenzó a sonar en uno de tantos hogares del continente llamado América: una joven de unos 30 años despertó sorprendida y desorientada, al tiempo que se agolpaban en su mente los siguientes pensamientos:
—Vaya... Qué sueño tan excepcional. Nunca me había sentido tan feliz como esta noche. Me encontraba en una nave con unos seres muy amables y amorosos... Uno de ellos parecía ser mi pareja y me hablaba telepáticamente, aunque no puedo recordar nada de lo que me decía. ¡Dios mío, qué nave tan maravillosa! ¡Desde sus cristaleras podían divisarse espléndidos paisajes y estructuras! Ojalá algún día vuelva a tener un sueño semejante...
Poco después, sin saber por qué, corrió a asomarse a la ventana de su habitación. Todavía no había amanecido. Allá arriba, a decenas de kilómetros de distancia, un pequeño punto de luz blanca comenzaba a alejarse de un modo casi imperceptible.
© Javier López Alhambra

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