DESDE LAS PLEYADES
Si somos conscientes de que todos estamos conectados entre nosotros y a la vez con la totalidad de la conciencia ya sea pasada o presente, en cada momento de la vida que observemos también estaremos incluidos. Esto se puede aplicar incluso en los casos en los que parezca que una persona no tiene nada que ver conmigo, que no somos capaces de encontrar ningún punto que nos ponga de acuerdo, algo que muchas veces escucho en las sesiones de terapia cuando un paciente no ve más que conflictos en las relaciones que mantiene ya sean con la familia, en el trabajo o con los amigos. Debemos pensar que algo nuestro también se está reflejando en ese problema y si lo observamos tranquilamente seguro que encontraremos algún punto de relación, a parte de las diferencias que tengamos, donde podamos convivir.
Cuando somos conscientes de que formamos parte de un TODO mayor, ya no hay diferencias entre nosotros, y tenemos que estar abiertos a lo mejor que hay en la otra persona.
Al igual que la luz de una estrella viaja por todo el universo y somos capaces de apreciarla y nos pasa información de esa estrella aunque haga años que ha desaparecido, nuestra luz también se emite hacia cualquier parte del universo transmitiendo la información de quienes somos y qué sentimos o pensamos.
¿Somos conscientes de nuestra influencia?
Desde hace años se han realizado muchos estudios sobre la influencia de nuestra intención en el entorno, ya sea buena o mala. Lynne MacTaggart habla de uno de ellos en su libro El Experimento de la Intención que me llamó mucho la atención, ya que es sobre la curación a distancia.
El experimento fue realizado por la Dra. Targ en el Centro Médico de California Pacific en San Francisco en el año 1999, con enfermos de sida que presentaban un estadío de la enfermedad similar y un recuento de células T igual.
Querían comprobar los efectos de la curación a distancia y para ello contrataron a curanderos con mucha experiencia, éxito y distintos antecedentes. Había en el grupo expertos curanderos muy diferentes, desde cristianos ortodoxos hasta chamanes indios. Su trabajo consistía en enviar pensamientos curativos a un grupo de pacientes, todos ellos trabajaron con los pacientes del grupo que se pretendía curar. También había un grupo de pacientes control que no recibía ninguna intención.
Las conclusiones al terminar el experimento fueron que el 40% de los pacientes del grupo de control habían fallecido, mientras que los diez pacientes del grupo que habían recibido tratamiento, sobrevivían e incluso su salud había mejorado. Este no sería el único experimento que realizarían, ya que los resultados fueron tan llamativos que les indujo a seguir investigando en ello.
Comentar este experimento es para resaltar la importancia de nuestra intención, incluso a distancia, sobre otras personas. Por tanto la pregunta es: ¿Dónde está nuestro pensamiento? ¿Qué es lo que estamos pensando?
Estas preguntas son fundamentales, porque el pensamiento es energía creadora, y lo que estemos pensando lo podemos crear. Hemos sido educados en una visión separada del mundo, de los objetos y de las personas que nos rodean, pero la nueva física que se está investigando nos demuestra que esto no es real, que todo y todos estamos vinculados.
Cuando el terapeuta trabaja con sus manos, si se hiciera un estudio de la energía que transmiten éstas, se vería como cambia.
Todos los seres vivos emiten luz, y todas las cosas se conectan con esa luz. El científico Fritz Albert Popp investigó esto durante muchos años, concluyendo que esa luz corporal podría tener la clave de la salud y la enfermedad: cuando hay salud la coherencia es mayor y la emisión de fotones menor que cuando hay enfermedad.
Si partimos de que la Luz es partícula y onda, podemos darnos cuenta de que al igual que una parte nuestra es materia hay otra que es energía y, al igual que las ondas de luz, puede desplazarse incluso a grandes distancias.
Al mismo tiempo que somos emisores también somos receptores de información, y esto se ve aumentado en circunstancias especiales de conexión con nuestro centro, en meditación e incluso en determinadas etapas del sueño.
Uno de los trabajos más interesantes sobre esto lo expone Lynne MacTaggart en su libro “El Campo”, cuenta los estudios del psicólogo William Braud sobre percepción extrasensorial, en una época en la que no había apenas estudios sobre la conciencia, en ellos concluyó que, normalmente, estamos sintonizados como una radio, dentro de un rango limitado de frecuencias, pero un estado alterado de conciencia puede aumentar esa anchura de banda siendo las partes receptivas de nuestro cerebro mucho más receptivas en un número mayor de longitudes de onda. Y lo más importante, cuando dos personas relajan su ancho de banda, es decir se conectan profundamente, sus ondas cerebrales se sincronizan en un alto porcentaje, prevaleciendo siempre el patrón cerebral más ordenado.
De ahí que los miembros de una misma familia, sobre todo cuando hay una relación muy buena entre ellos, estén tan conectados que sepan casi en cada momento lo que está pensando el otro. En estos casos se ve más claramente la sincronización de sus cerebros. Al igual que entre amigos muy cercanos.
El trabajo que desarrolló Braud sugiere que hasta cierto punto podemos ejercer un control de nuestro universo a través de nuestros deseos e intenciones que van a crear nuestra realidad.
Hace poco leía un artículo sobre cómo influyen nuestros pensamientos en nuestro ADN. Los experimentos se han hecho sobre la influencia de la meditación y de cómo cambia el cuerpo después de estar practicándolos un tiempo. Lo más importante del trabajo es que los cambios se observaron en los genes, cuando siempre se ha sostenido que nuestro ADN va a marcar nuestra vida vemos que no es así, son nuestros pensamientos y actitud los que van a marcar nuestra vida.
Cuando una persona nueva viene a consulta me gusta hablar un poco con ella, porque es importante conocer su visión de la vida, ya que su positividad o negatividad influirá también en el resultado del trabajo que realicemos. Es importante dejar de verlo todo negativo, pues eso será justo lo que se esté creando.
Si nos preguntan a qué aspiramos como fin fundamental de nuestra vida, creo que gran parte de nosotros diríamos que a ser felices, quién no quiere la felicidad independientemente de qué es lo que cada uno considera “ser feliz”.
En el camino hacia la felicidad dejo cada vez menos sitio a los problemas y más a compartir cada momento de la vida con esperanza y amor, siempre con el propósito de ayudar o, al menos, de no perjudicar a otros.
Por las circunstancias que vivimos actualmente, es el momento de cambiar nuestra visión del mundo hacia un punto donde podamos coexistir sin dañarnos, buscando siempre el bien común y siendo cada vez más conscientes de la influencia de nuestros pensamientos.
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