DESDE LAS PLEYADES
—Nos fuimos a dormir. Pero, de madrugada, algo me despertó. Salí de la tienda [de campaña] y vi a dos seres. Vestían monos muy ajustados y plateados. Me recordó las estatuillas de los Oscar.
—¿Puedes describirlos?
—Muy altos y bien proporcionados. Los ojos eran grandes y almendrados, como los de las pinturas egipcias.
—¿Te asustaste?
—Tuve pánico. Y en eso recibí un mensaje mental: «No tengas miedo. No te haremos daño». Y me invadió una calma total.
—¿Y después?
—Vi la nave. Estaba cerca. Me llevaron al aparato, pero no sé cómo. No caminé. De pronto estaba dentro. Había luz por todas partes, pero no supe de dónde procedía. Vi una gran pantalla, con un teclado. Eran teclas de colores, del tamaño de una moneda de 25 centavos. En las paredes se distinguían ventanas, parecidas a los ojos de buey de nuestros barcos.
—¿Cuántos tripulantes había en el interior?
—Cinco; uno de ellos era mujer.
—En 1961 no había ordenadores...
—Sí, a mí también me sorprendió.
—Y bien...
—Uno de ellos se acercó al «ordenador» y la nave se elevó. Y la pantalla se llenó de estrellas. ¡Estábamos en el espacio! Se veía la Tierra, azul y bellísima.
—¿Seguías hablando con «ellos»?
—Sí, mentalmente. Fue una sensación muy benéfica.
—¿De dónde procedían?
—Me indicaron una de las estrellas, muy brillante. Y yo comenté: «Venus». Ellos, entonces, dijeron que no. Y mencionaron Sirio. Yo, en esos momentos, no sabía de qué hablaban. Y me devolvieron al campamento.
—¿Puedes describirlos?
—Muy altos y bien proporcionados. Los ojos eran grandes y almendrados, como los de las pinturas egipcias.
—¿Te asustaste?
—Tuve pánico. Y en eso recibí un mensaje mental: «No tengas miedo. No te haremos daño». Y me invadió una calma total.
—¿Y después?
—Vi la nave. Estaba cerca. Me llevaron al aparato, pero no sé cómo. No caminé. De pronto estaba dentro. Había luz por todas partes, pero no supe de dónde procedía. Vi una gran pantalla, con un teclado. Eran teclas de colores, del tamaño de una moneda de 25 centavos. En las paredes se distinguían ventanas, parecidas a los ojos de buey de nuestros barcos.
—¿Cuántos tripulantes había en el interior?
—Cinco; uno de ellos era mujer.
—En 1961 no había ordenadores...
—Sí, a mí también me sorprendió.
—Y bien...
—Uno de ellos se acercó al «ordenador» y la nave se elevó. Y la pantalla se llenó de estrellas. ¡Estábamos en el espacio! Se veía la Tierra, azul y bellísima.
—¿Seguías hablando con «ellos»?
—Sí, mentalmente. Fue una sensación muy benéfica.
—¿De dónde procedían?
—Me indicaron una de las estrellas, muy brillante. Y yo comenté: «Venus». Ellos, entonces, dijeron que no. Y mencionaron Sirio. Yo, en esos momentos, no sabía de qué hablaban. Y me devolvieron al campamento.
(Testimonio ovni [año 1961] de Sharon Seider, extraído del libro "Sólo para tus ojos", de J. J. Benítez)
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