DESDE LAS PLEYADES
—Tú lo elegiste.
—¿Yo lo elegí?
—Sin duda.
—¿Pretendes decirme que elegí vivir en este mundo de tristeza, soledad, desesperación, crueldad y muerte? ¿Que decidí pasar por tantas situaciones de desamor, frustración y sufrimiento? ¿Que elegí la familia que tengo, con todos los conflictos y y sinsabores que me ha acarreado a lo largo de la vida? ¿De verdad quieres que me crea que fui yo la que quiso, voluntariamente, pasar por todo esto?...
—No solo lo elegiste, sino que lo estuviste planeando cuidadosamente...
—Si realmente es como dices, ¿por qué no lo recuerdo?
—Si lo recordaras, la experiencia apenas tendría sentido. No existe despertar sin sueño, ni recuerdo sin olvido...
—Muchas veces me gustaría marcharme de aquí. Hay veces que siento que no aguanto más. Resulta insoportable ver y experimentar determinadas cosas.
—Es comprensible, pero la idea no es que te marches, sino que tengas claro para qué viniste.
—Entonces, ¿para qué vine? A veces pienso que solo he venido a pasarlo mal...
—No. Viniste a despertar, como te he dicho. El hecho de que te resulte tan difícil estar aquí es una señal inequívoca de que ese despertar ya está en marcha. Muchas personas ni siquiera se cuestionan la realidad en la que viven y creen que las cosas siempre han sido (y serán) así. Tu incomodidad, sin embargo, te está conduciendo a una comprensión nueva, a hacerte preguntas, a plantearte otros modos de entender la vida. Cuando comienzas a percibir que las cosas no tienen por qué ser siempre así, surge la posibilidad de crear otro tipo cosas. Cosas nuevas. Ilusionantes. Más agradables. Para ello se necesita mucha valentía, mucho valor, mucho coraje, ya que es muy sencillo caer en el inmovilismo y en la resignación. El ser humano lleva demasiado tiempo atascado en esos dos conceptos. Por eso estás aquí: para aportar esa nueva energía, esa nueva comprensión, ese nuevo impulso.
—Pero ¿cómo? Muchas veces me siento paralizada. Inundada por el temor y la confusión. Soy consciente de que las cosas pueden ser de otra manera, pero me cuesta mucho creer en el cambio. Es como si estuviera dominada por una inercia triste y monótona que me abruma y me impide ir más allá de mis límites, de mis creencias, de lo que veo a diario en mi entorno... No puedo evitar pensar que mi presencia es insignificante, muy poco valiosa... ¿Cómo salir de este bucle de temor e indefensión?
—Liberándote de tu identidad de víctima y tomando conciencia de tu poder interior, que es mucho más inmenso de lo que nunca podrás llegar a imaginar. Despertar consiste en que reconozcas ese poder y confíes en él. Para dejar de ser una víctima, primero has de reconocer que lo eres. Este es el momento más crítico en todo despertar, ya que la identidad quejumbrosa pugnará por no ceder su trono. El siguiente paso es confiar. Confiar en ti misma, en tu corazón, en lo que te dicte tu alma. ¿Te das cuenta de que nunca has confiado en ti ni en la vida? Siempre has estado mirando afuera, tratando de quedar bien, de hacer lo que los demás hacían, de "integrarte", de no parecer "rara"... Pero tú sabes que esa no es la solución. Ve a tu interior, indaga y observa qué es lo que brota de él... Reconoce que hay algo en ti que añora surgir, expresarse, salir a la luz... Dale su espacio. Permítete ser. Y recuerda que huir no es el objetivo, sino despertar a la comprensión de que no hay nada de lo que huir. Cuando la conciencia emerge, cualquier lugar puede transformarse y florecer. La paz, al fin, llega.
—¿Yo lo elegí?
—Sin duda.
—¿Pretendes decirme que elegí vivir en este mundo de tristeza, soledad, desesperación, crueldad y muerte? ¿Que decidí pasar por tantas situaciones de desamor, frustración y sufrimiento? ¿Que elegí la familia que tengo, con todos los conflictos y y sinsabores que me ha acarreado a lo largo de la vida? ¿De verdad quieres que me crea que fui yo la que quiso, voluntariamente, pasar por todo esto?...
—No solo lo elegiste, sino que lo estuviste planeando cuidadosamente...
—Si realmente es como dices, ¿por qué no lo recuerdo?
—Si lo recordaras, la experiencia apenas tendría sentido. No existe despertar sin sueño, ni recuerdo sin olvido...
—Muchas veces me gustaría marcharme de aquí. Hay veces que siento que no aguanto más. Resulta insoportable ver y experimentar determinadas cosas.
—Es comprensible, pero la idea no es que te marches, sino que tengas claro para qué viniste.
—Entonces, ¿para qué vine? A veces pienso que solo he venido a pasarlo mal...
—No. Viniste a despertar, como te he dicho. El hecho de que te resulte tan difícil estar aquí es una señal inequívoca de que ese despertar ya está en marcha. Muchas personas ni siquiera se cuestionan la realidad en la que viven y creen que las cosas siempre han sido (y serán) así. Tu incomodidad, sin embargo, te está conduciendo a una comprensión nueva, a hacerte preguntas, a plantearte otros modos de entender la vida. Cuando comienzas a percibir que las cosas no tienen por qué ser siempre así, surge la posibilidad de crear otro tipo cosas. Cosas nuevas. Ilusionantes. Más agradables. Para ello se necesita mucha valentía, mucho valor, mucho coraje, ya que es muy sencillo caer en el inmovilismo y en la resignación. El ser humano lleva demasiado tiempo atascado en esos dos conceptos. Por eso estás aquí: para aportar esa nueva energía, esa nueva comprensión, ese nuevo impulso.
—Pero ¿cómo? Muchas veces me siento paralizada. Inundada por el temor y la confusión. Soy consciente de que las cosas pueden ser de otra manera, pero me cuesta mucho creer en el cambio. Es como si estuviera dominada por una inercia triste y monótona que me abruma y me impide ir más allá de mis límites, de mis creencias, de lo que veo a diario en mi entorno... No puedo evitar pensar que mi presencia es insignificante, muy poco valiosa... ¿Cómo salir de este bucle de temor e indefensión?
—Liberándote de tu identidad de víctima y tomando conciencia de tu poder interior, que es mucho más inmenso de lo que nunca podrás llegar a imaginar. Despertar consiste en que reconozcas ese poder y confíes en él. Para dejar de ser una víctima, primero has de reconocer que lo eres. Este es el momento más crítico en todo despertar, ya que la identidad quejumbrosa pugnará por no ceder su trono. El siguiente paso es confiar. Confiar en ti misma, en tu corazón, en lo que te dicte tu alma. ¿Te das cuenta de que nunca has confiado en ti ni en la vida? Siempre has estado mirando afuera, tratando de quedar bien, de hacer lo que los demás hacían, de "integrarte", de no parecer "rara"... Pero tú sabes que esa no es la solución. Ve a tu interior, indaga y observa qué es lo que brota de él... Reconoce que hay algo en ti que añora surgir, expresarse, salir a la luz... Dale su espacio. Permítete ser. Y recuerda que huir no es el objetivo, sino despertar a la comprensión de que no hay nada de lo que huir. Cuando la conciencia emerge, cualquier lugar puede transformarse y florecer. La paz, al fin, llega.
Javier López
Almas Estelares
(Imagen: Trash Riot)
Almas Estelares
(Imagen: Trash Riot)
No hay comentarios:
Publicar un comentario