DESDE LAS PLEYADES
Cuando nos sentamos a meditar, el primer signo del desequilibrio lo encontramos al entrar en contacto con nuestro cuerpo. Toda la biografía emocional está inscrita en cada poro de nuestra piel. Por lo general, acudimos a los centros de meditación buscando la salvación de las tormentas interiores. Visto así, la práctica es un reflejo de las turbulencias que alimentamos. Sin embargo, el gran regalo surge cuando llega un momento en el que un meditador percibe internamente que ya no se sienta para alcanzar nada porque experimenta que todo es tal y como es en ese preciso instante. Esta es la gran bondad de la Vía del Budha.
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