DESDE LAS PLEYADES
El ego no es más que un software con apariencia de personalidad. Tiene su base en la mente dual (bueno-malo, bonito-feo, me gusta-no me gusta) y en unos programas prefijados al nacer que son alimentados desde el exterior por el resto de Seres, al ser todos Uno, los otros Seres le dan a esa mente el software que pide el Ser de ese cuerpo.
La forma que tiene de alimentarse la mente es a través de lo que percibe del exterior por los 5 sentidos, los cuales convierten lo que les llega del exterior en una señal eléctrica que viaja a través de un nervio hasta el cerebro, y esa señal eléctrica es convertida por el cerebro en un pensamiento y/o objeto mental (imagen).
La mente nunca ha visto lo que es el árbol, la taza, un paisaje, etc., la luz sale del Sol, una vela, una bombilla, etc., y esa luz rebota en la superficie de lo que llamamos objetos, después de rebotar entra por el ojo, cómo en una cámara de fotografía entra la luz, y el ojo convierte la luz en electricidad que viaja por un nervio hasta el cerebro, y el cerebro, la mente, convierte esa electricidad en una imagen mental (objeto mental). Sucede lo mismo con los otros 4 sentidos, cada uno con su respectiva forma, al final todos terminan en un nervio que da al cerebro. Desde aquí la mente comienza a etiquetar esas imágenes mentales con palabras, las palabras son etiquetas mentales que la mente coloca a la imagen mental sobre lo que es, la mente no puede ver lo que es, ni siquiera se acerca. Antes de que existiera el ser humano las formas estaban ahí siendo lo que es sin ser etiquetadas, interpretadas, juzgadas.
Al aparecer el ser humano y crear mentalmente el lenguaje, primero etiquetando las imágenes mentales, después dándole un significado a cada palabra, comenzó a separarse de lo que es, a crear capas mentales que lo iban separando de lo Real, creando para ello una realidad mental. Así creyó descubrir formas nuevas, y comenzó a crear con ellas.
Una de las funciones que tiene la mente es clasificar, clasificar los objetos mentales que percibe, de mayor a menor o al revés. Es una de sus funciones y lo hace a las mil maravillas, la mente es maravillosa para lo que está hecha, cuando esa función se usa en vez de para clasificar para categorizar, enjuiciar a la vida, a otros, sean personas, situaciones, animales, etc., se está usando la mente para juicios, y para esto no está hecha la mente, esta forma de usar la mente lleva al odio, a la envidia, la guerra, etc., a vivir en desarmonía con la vida. Cualquier juicio es nulo de por sí.
La Realidad es solo Una y en ella no hay escalas, ni categorizaciones ni clasificaciones, al ser sólo Una todo es lo mismo expresado en la diversidad maravillosa que nos rodea. ¿Cuánta diversidad hay? Cómo decía una niña infinita + una.
Al usar la mente para clasificar la vida, juicio, el ego se coloca o por encima o por debajo de lo que es, verdugo o víctima.
El ser humano está dotado de capacidades que los demás seres del planeta no tienen. Una de esas capacidades es la mente, esto lo podemos vivir de dos maneras, al tener más que los demás damos, o al tener más que los demás quitamos (nos creemos superiores o inferiores y usamos a los demás en nuestro beneficio). ¡Qué me importa a mí la vida de un insecto! Esta puede ser la frase de cualquier ser humano, nos han educado para que pensemos de esta forma, nos hacen creer que los insectos, mosquitos, moscas, etc., son molestos o dañinos, es fácil ver a adultos quejándose de ellos, y los niños que están alrededor es lo que pueden aprender con su mente.
Todo esto es debido a usar la mente para lo que no está hecha, clasificar a otros seres, su expresión más inefable, Amor, manifestada en forma, haciendo con ellos los que nos da la gana por creernos superiores, más grandes o importantes. Al identificarnos con la mente, vemos y vivimos como ella ve y percibe, que nada tiene que ver con la Realidad.
Cuando generalizamos, estamos haciendo uso de la mente en el sentido expuesto anteriormente, o más bien nos identificamos con ella y ella nos está usando a nosotros, para intentar sostener un punto de vista egóico, el cual no existe, pero al ego le hace sentirse poderoso, más que, y así se sustenta, ya que para la mente, el ego, es mejor creerse que toda la humanidad piensa como él, cuánto poder le da al ego creerse que toda la humanidad piensa como él, aunque sea irreal, imaginario, pero para él eso le da igual, este autoengaño le hace sentirse poderoso, que es lo único que busca. Está en nosotros mismos dejar de usar esta forma de usar la mente y usarla para lo que está hecha.
Otro de los aspectos de la mente, es que cree que consigue cosas, y no es más que una creencia. Creer que podemos conseguir algo, lo que sea, una casa, un trabajo, una pareja, cualquier objeto, es una creencia mental, que nos separa de la vida, de lo que es, nos separa de la confianza de que la vida es Amor y todo nos llega por Amor, sin hacer nada para ello, y nos lleva al esfuerzo. Este es uno de los engaños de la mente. Al separarnos de la vida y esforzarnos por conseguir cosas que desea la mente en la identificación que tenemos con ella, nos conduce, a pasar por encima de los demás o de nosotros mismos, o a no echarles una mano si lo necesitan.
La Vida es Amor en acción por lo cual no hay que esforzarse por nada, sólo disfrutar. En el instante en que “yo” quiero conseguir algo y me pongo a pensar cómo conseguirlo estoy limitando a la vida, colocándome en una posición apartado de ella, para que me ofrezca lo que más y mejor me conviene desde el Amor que es y soy. ¿Acaso yo sé que es lo que me conviene, o es la Vida misma, el Amor, infinito, eterno, quien contempla esa verdad? La respuesta a esta pregunta te da una idea de cómo ves la vida y desde dónde la ves y la afrontas.
Acepta lo que la Vida te da, trae, y vive en la Paz que eres.
Tener razón, este es otro de los engaños de la mente, usamos para expresar la frase ¡qué razón tienes! o ¡tenías razón! Esta expresión es falsa de por sí, es una creencia mental, nadie puede tener razón, sólo la mente, el ego, lo cree, las cosas, situaciones son como son. Una persona ve una piedra azul y otra le dice que es verde, el que la ve verde de repente al cambiar su posición ve que es azul y le dice al otro ¡qué razón tienes! ¡es azul!, y el otro le contesta; no tengo razón, es azul porque es azul, es como es. El que lo ve azul podría responder de esta otra manera; que ¡claro que sí, no te lo decía yo!, queriendo acaparar algo que no puede. La Realidad es que sólo querría egóicamente hacerse con la ilusión de que al verlo azul es suyo, ego, puro ego, creerse que es él el que tiene el poder de decir como son las cosas, cuando la realidad es que es azul de por sí, no porque él lo diga.
Una vez escuché a Emilio Carrillo hablar sobre como intentamos mantener nuestro punto de vista, el habló sobre un hecho de la historia de la humanidad, cuando Galileo fue enjuiciado por decir que la Tierra no era el centro del Universo, si hubiese mantenido lo que expresaba, tengo razón, hubiese sido encarcelado de por vida, y la Tierra seguiría en el mismo lugar. No sería nada más que una lucha de egos. Por un lado están los que ignoran la verdad, y mantienen su ignorancia dándole poder al ego poniéndose por encima del otro, enjuiciando a Galileo, y a ellos mismos, por no querer mirarse en su ombligo y ver que está sucediendo en realidad. Si Galileo hubiese actuado egóicamente, tengo la razón, no serían más que palabras, pues no porque lo dijese es así, es así porque lo es, es simple, si lo mantiene con la mente, ya no es real, es solo mental, y se convierte en lo mismo que los que lo enjuiciaban, en una actitud egóica, se coloca en una posición mental por encima de los que lo enjuician, el ego se cree poderoso con ello.
Otro aspecto en el que ponemos a la mente por delante del corazón, y la usamos para una función que no está hecha, es cuando nos creemos adultos, solemos mirar a los niños y bebés como un ser más pequeño que nosotros y con menos sabiduría, por lo que no pueden hacer nada sin nosotros, creemos que el bebé realiza movimientos involuntarios y que sin nosotros, el adulto, no podría vivir.
Los movimientos que creemos involuntarios en el bebé, no son más que los movimientos generados a partir de una mente incipiente, una mente que trae un software básico instalado en el cual se asentará el resto del software que se cree en su desarrollo como persona, a través de su familia, amigos, la ciudad o el pueblo donde viva, la sociedad del país, etc. Los movimientos que creemos involuntarios son los únicos que puede realizar, no tiene otros grabados en su mente, son perfectos y para nada involuntarios, esos movimientos son tan certeros como los que realiza un adulto para agarrar un objeto, la única diferencia es que la mente del adulto ya tiene instalado, a través de la repetición, el software para coger el objeto, y la mente del bebé está empezando a realizar las repeticiones para fortalecer la unión entre extremidades, nervios, y el cerebro, todo ello es generado por el Ser. El Ser a través de la mente incipiente del bebé no tiene la información suficiente para que sus movimientos sean concretos y exactos para agarrar un objeto, sin embargo en realidad si son concretos y exactos, como adultos creemos que deben ser de otra manera, pero ya son perfectos, el bebé no puede más que mover los brazos o piernas de esa manera que creemos involuntaria (no es más que hasta donde llega su mente en es instante de su vida, no tiene más información grabada). La mente de un bebé y la de un adulto es la misma, sólo varía la cantidad de software grabado. Un ejemplo para percibir que un adulto y un bebé tienen las misma mente pero con distinto software creado sería: Si al adulto se le paraliza un brazo, escayolándolo, ese brazo, sus nervios, músculos, y la parte de software del cerebro que lo controla, deja de recibir información de coger objetos, si después de unos 3 meses le quitamos la escayola, no puede agarrar objetos, ni siquiera mover los dedos, deberá hacer el adulto como hace el bebé, volver a practicar los movimientos para que se vuelva a grabar en su mente. La única diferencia es que el bebé lo hace por primera vez y el adulto no.
Podemos como seres que somos en el cuerpo de un adulto echar una mano al otro ser que está en el cuerpo de un bebé. El ser que está en ese cuerpo genera la energía para que la mente cree esos movimientos y a partir de ellos ir afianzando y generando más software para que los movimientos sean más útiles para lo que el ser quiere vivir en esta vida. Una forma de ayudar en ello es acompañando los movimientos de los brazos del bebé, el bebé agarra los dedos meñiques de nuestras manos, y nuestra única función es acompañar el movimiento que él haga, sólo acompañar, nosotros estamos a su servicio, y cuando le hayamos cogido el tranquillo podemos ejercer una leve resistencia al movimiento que él realiza, muy leve, como si sus brazos fuesen papel de fumar. Esto ayuda a que su mente vaya fortaleciendo las conexiones neuronales que trae, afianzando el desarrollo nervioso de conexión del cerebro con los músculos y demás partes del cuerpo, así su mente se va desarrollando y el ser que hay en ese cuerpo puede ir desarrollando antes esa mente. Es como ir al gimnasio. Con las piernas sucede lo mismo, la manera de ponernos a su servicio es colocando los talones del bebé en la palma de nuestras manos, sin agarrarlos, sólo apoyados, y hacemos lo mismo que con los brazos acompañamos en todo momento los movimientos que Él realiza, en ningún momento le intentamos hacer otros por nuestra cuenta, Él sabe perfectamente que movimientos realizar, nosotros no sabemos más que Él.
Si estamos atentos a lo largo del día percibiremos cuando desea realizar los ejercicios, suele ser los momentos en los que está más activo, para ello podemos ir conociendo a nuestro hijo desde que nace, observando con atención que personalidad trae, cuáles son sus puntos fuertes y cuales los flojos, en que momentos está más activo y en cuales no, para mi esto se realiza con una atención de servicio hacia el ser que está en ese cuerpo, aunque lo veamos como un bebé, siempre de servicio. Sin olvidarnos que él es nuestro maestro, es él el que viene a enseñarnos lo que se nos ha olvidado en el amor que somos.
Como padres podemos, si lo sentimos en nuestro corazón, ayudar al desarrollo de su cuerpo (físico, emocional, y mental), para ello no me inmiscuyo en lo que realiza, si yo siento miedo ante una situación, como puede ser que está al filo de la cama, el que siente miedo soy yo y ese miedo es mío, es mi responsabilidad transmutarlo en mí, y no pasárselo a mis hijos.
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Autor: Eduardo Camps (ecampsiglesias@gmail.com)
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