DESDE LAS PLEYADES
Que el otro te acepte no es necesario, y tampoco es responsabilidad tuya. Para que el otro te conozca realmente, has de mostrar lo que eres y piensas desde el principio. Sin rubor ni justificaciones. Con respeto pero con firmeza. Con paz pero con energía. No temas provocar conflictos de opiniones ni juicios de valor hacia tu persona: es en esas primeras tomas de contacto donde va a quedar claro quién eres y hacia dónde te diriges, cuáles son tus límites y qué estás dispuesto a consentir. Ocultarte tras una máscara de "buenismo" o de "todo-me-vale" porque soy espiritual no solo no va a ayudarte, sino que te va a situar en un espacio de indefinición que a la larga se reflejará en tu entorno.
Si el otro te critica, se marcha o amenaza con ello porque no le gusta lo que haces, lo que piensas o lo que eres, dale la libertad de hacerlo y agradece que la relación no se prolongue en el tiempo. Tu obligación no es resonar con todos, sino únicamente ser y mostrar lo que eres. Esa claridad mental y de acción, aunque al principio pueda resultar costosa, irá "limpiando" tu vida de relaciones que no van a aportarte nada positivo y que seguramente has ido manteniendo para sentirte acompañado o querido (pero a costa de ocultar tu verdadera identidad). Al mismo tiempo, comenzarás a atraer a quienes sí conectan con tu modo de ser y de pensar, a quienes te aceptan como verdaderamente eres sin que tengas que esforzarte por complacer, agradar o dar la opinión "correcta".
El mundo está lleno de personas maravillosas con las que podrías encajar y sentirte bien, pero si no eres honesto contigo mismo y con los demás, nadie te conocerá realmente y te perderás en el patrón de "agradar para que no se enfaden y no terminen abandonándome". Identifícalo cuanto antes: mereces siempre lo mejor.
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