Namasté

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Namasté , "La luz de Dios en nosotros, celebra su presencia eternamente en nuestros corazones"

jueves, 28 de julio de 2016


                                                            DESDE LAS PLEYADES




Si te pasas la vida cediéndole el poder a alguien, terminarás dependiendo de sus elecciones, convertido en marioneta de sus pensamientos y acciones.

¿Quién te hace sufrir? 
¿Quién te lastima? 
¿Quién te quita la tranquilidad? 
¿Quién controla tu vida?

Aquí la lista de sospechosos o culpables: padres, pareja, jefe, suegra o todo aquel que no te ha dado lo que mereces, te ha tratado mal o simplemente se ha ido de tu vida, dejándote un profundo dolor que hasta el día de hoy no logras entender.

Pero, ¿sabes? No necesitas buscar nombres. La respuesta es más sencilla de lo que parece. Y es que nadie te daña o te quita la paz. Nadie tiene esa capacidad, a menos que tú se lo permitas, le abras la puerta y le entregues el control de tu vida.

El hombre no sufre por lo que le pasa, sino por lo que interpreta que le pasa. No sufre por la acción de otra persona, sino por lo que siente o piensa que la otra persona hizo, por consecuencia directa de habérselo permitido.

Y lo más curioso e injusto del asunto es que la gran mayoría de las personas que te "lastimaron", continúan sus vidas como si nada hubiera pasado; algunas inclusive ni llegan a enterarse de todo el teatro que estás viviendo en tu mente.
Si te pasas la vida cediéndole el poder a alguien, terminarás dependiendo de sus elecciones, convertido en marioneta de sus pensamientos y acciones.

Frases como: "Mi amor, me haces tan feliz", "Sin ti me muero", "No puedo pasar la vida sin ti", son completamente irreales y falsas. Ninguna persona tiene la capacidad de entrar en tu mente, modificar tus procesos bioquímicos y hacerte feliz o hacer que tu corazón deje de latir.

Definitivamente nadie puede decidir por uno mismo. Nadie puede obligarte a sentir o a hacer algo que no quieres. No debes estar donde no te necesiten ni donde no requieran tu compañía. La próxima vez que sientas o pienses que alguien te lastima, recuerda que no es él o ella, eres tú quien se lo permite y está en tus manos volver a recuperar ese control.

Por Fabian Motta

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